EL BEISBOLISTA que se lanzó a la música

EL BEISBOLISTA que se lanzó a la música

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EL BEISBOLISTA que se lanzó a la música
« : Mayo 14, 2017, 05:47:02 am »


Por: Jorge Ivan Mora

 Cuando el lanzador panameño Marcus Gilkes descendió del avión que lo llevó a la ciudad de Barranquilla para estrenarse como estrella de la novena El Armco, en la recién inaugurada Liga Nacional de Béisbol de Colombia (1948), nadie sabía que en su maleta de beisbolista guardaba celosamente una trompeta, que a la postre, le dio tanta fama en Colombia como sus grandes hazañas de pitcher. El lanzador zurdo Gilkes, hijo de Prince, carpintero canalero de la isla de Barbados, empezó su carrera deportiva en el sector de la Boca, Zona del Canal, donde además estudió Primer y Segundo Ciclo y alcanzó a iniciarse en la difícil profesión de contable, aunque no llegó a graduarse porque ´era muy duro, cuidando la plata ajena´.
 Lo real es que existían otras motivaciones como el béisbol y el basketball; y consideradas sus condiciones físicas, la estatura y la presencia de trece hermanos y una hermana con los que compartía buena parte de su vida infantil, no parecía sensato amar números si había descubierto motivos más alegres para vivir. Desde chico se fijó en el deporte y sentía gran emoción por la música. A la vez que jugaba en varios equipos de béisbol, sacaba tiempo para practicar el instrumento musical que tuviera a mano. Por eso no olvida el día que su hermano mayor adquirió una trompeta de altísima calidad. Desde ese instante la tocaba sin darle chance a su verdadero propietario, quien finalmente optó por decirle: “quédate con todo”. A la edad de veinte años trabajaba de noche en centros nocturnos y hoteles, acompañando grupos musicales que eran permanentemente contratados para animar las fiestas y las noches divertidas de Panamá. Trabajó con Armando Bosa, Guillermo De La Cella, Marcelino Alvarez, Clarence Martín, Salvador Muñoz, y hasta se atrevió a armar un grupo que llamó Duke Marcus. De paso, le prestó servicios a la reconocida orquesta Milwakee, y entre esos caminos y los del béisbol local viajó a Costa Rica, Perú y Chile. Pero el hecho que catapultó a Marcus Gilkes a la gloria del béisbol profesional panameño fue precisamente cuando lanzó tres juegos completos. El primero en la mañana en la Zona, con el equipo de la Boca, el segundo en el estadio Justo Arosemena y el tercero jugando con el equipo Mateo Iturralde. El empresario Carlos Eleta y su gente lo venían observando.
Entonces lo llamaron para formar parte de la novena Chesterfield. “Me dio miedo”, recuerda, pero otro lanzador lo animó y le dijo: “no se preocupe, usted puede”. Y ese primer juego que lanzó en calidad de profesional, lo ganó 4-0 contra General Electric, que era el equipo duro en Panamá. Corría el año 1945. Allí se mantuvo durante tres años y entre ires y venires de empresarios, peloteros y entrenadores atentos a lo que estaba pasando en todo el Caribe, llegó una oferta procedente de Colombia. Era para él, quien tenía 25 años de edad, era la estrella del Chesterfield y jamás olvidaba llevar su trompeta con discreción entre sus bártulos, porque su consigna siempre fue jugar de día y tocar de noche. A Barranquilla llegó para pertenecer de entrada a la novena El Armco, especializada en contratar figuras latinoamericanas. Se lució contra los Indios, el equipo nacional. Ganó 4-0 con dos hit, ponchó al mejor bateador, el Chito Miranda. Lo acompañaba Andrés Alonso, quien le pidió un chance y entró a ponchar los otros dos juegos. “Me sentí bien porque había respeto por mí y mucha amistad”. De modo que revelaba sus condiciones de estrella en Colombia justo en el juego de las estrellas, y desde ese momento se volvió ídolo indiscutible de la hinchada barranquillera y caribeña que seguía con devoción los juegos. Como Marcus Gilkes, otros beisbolistas panameños fueron a jugar a Barranquilla. Los empresarios les habían asignado una casa exclusivamente para ellos en la barriada Modelo, al norte de la ciudad. Cerca de ahí, una señora a  quien llamaban la Nena montó un restaurante familiar para atender a los peloteros istmeños. Olga Ucrós, pariente de la Nena, trabajaba como secretaria en la Lotería del Atlántico y junto a  otras amigas sintieron curiosidad por los nuevos vecinos. Olga recuerda que alguna de ellas dijo: “vamos a conocer a los negritos que llegaron de Panamá”. Marcus estaba en la puerta y era tan delgado que se veía más alto que en la actualidad, recuerda de aquel descubrimiento Olga, con la fineza de sus gestos de siempre y una dosis de humor dichoso, revelador de amores fieles y eternos. Para el año de 1949, Gilkes decidió guardar la pelota caliente. Sintió mucho trajín en el béisbol porque también jugaba en la liga amateur.
Como llevaba su instrumento entre los uniformes de la novena, había logrado dar un paso musical sorprendente. Alguien lo oyó y lo llevó al Atlantic Jazz Band, la orquesta del maestro Pacho Galán, que se presentaba en vivo en la Emisora Atlántico. “Me presentaron allá. Faltaba un trompeta, pues el principal, el negro García estaba muy enfermo. Fui a un ensayo. Usaban dos trompetistas y querían tres”. Después del ensayo lo invitaron al programa y el dueño de la emisora Miguel Ángel Blanco lo estaba escuchando por la radio y llegó antes de terminar el show. “Ellos se encargaron de organizar los papeles”, recalca Marcus, quien desde ese momento seguiría una carrera de figuraciones importantes en las grandes orquestas colombianas de entonces. Se presentaba viernes, sábado y domingo en el hotel El Prado. Luego fue a Cartagena de Indias, llamado por Antonio Toño Fuentes a integrar la Orquesta Fuentes.
Es reconocido como arreglista y sus contratos se extienden a pueblos tan remotos y distantes de la costa atlántica colombiana como Girardot, situado a orillas del río Magdalena pero ubicado a dos horas de Bogotá, la fría capital de Colombia a su vez distante 1.300 kilómetros de Cartagena. Por esas fechas, un amigo, Poly Martínez, que lo conocía desde los tiempos primeros de Panamá, lo presentó en Emisoras Nuevo Mundo de Bogotá, la antesala de Radio Caracol. Se habían ido tres trompetistas y Marcus Gilkes, hizo por los tres. Le pagaban los sueldos de ellos. “Era duro, tenía que hacer el programa Cervecería Bavaria al igual que el programa de Palmolive con la orquesta de Don Américo y sus Caribes, dirigida por el argentino Américo Bellotas Varoni. Desde 1953 hasta 1965 perteneció al staff, unas veces dirigido por el maestro Manuel J. Bernal, y otras por Ramón Ropaín, pero incluido como arreglista e intérprete. Paralelo a estos tiempos, los programas musicales se trasladan a la pantalla chica con muchísimo éxito. Gilkes empezó a dirigir el programa de la Philips, primero como Duke Marcus y su Orquesta, y después el programa Telefiesta con la producción de Guillermo Gálvez, uno de los precursores de la televisión colombiana. De modo que de aquel lanzador izquierdo que triunfó en las ligas de Panamá y Colombia, fueron que dándose lo maravillosas remembranzas. El pitcher, la estrella de las novenas más connotadas de ambos países ahora era un maestro de la música, que igual sonaba con admiración y respeto en los escenarios más codiciados de los artistas de la época.
Sin embargo, la curiosidad de Olga no se detuvo en la puerta de la casa del barrio Modelo de Barranquilla, en el mes de noviembre de 1948, ni en las conversaciones en inglés de Marcus o en las frases coquetas idiomáticamente más propias de un español atravesado, como lo diría Olga después, porque allí comenzó todo. Desde la complicidad de ella atendiendo las llamadas telefónicas de las novias y admiradoras del lanzador, pasando por la declaración de amor con una pieza de jazz interpretada por él, Gilkes consiguió la promesa de Olga de casarse, si Dios lo permitía y habría de convenir, pero sólo  después de que su madre muriera.
Ella resistió los viajes de ida y venida del músico por ciudades y pueblos de Colombia tocando su trompeta y haciendo arreglos musicales, y él se  mantuvo en la insistencia haciendo más visitas relámpago a Barranquilla a la espera de un cambio de opinión de la novia barranquillera respecto a la fecha crucial del matrimonio, sin dejar de lado las invitaciones a Bogotá para ella,  quien se enteraría entonces que su novio suscitaba, entre otras cosas, filas de mujeres a la entrada de los estudios de televisión. Así que el amor fue un proceso finamente construido des de que Marcus llegó a Barranquilla, hasta el mediodía del ocho de Julio de 1956 cuando ambos llegaron a la iglesia de San Pedro y San Pablo de Polo Nuevo, en la propia Barranquilla, y refrendaron sus votos de fidelidad, compañía y comprensión hasta que la muerte los separe.
Marcus Gilkes tenía 83 años cumplidos y Olga Ucrós 82 cuando entre ambos contaron esta historia. Viven aún, inseparables, a sus 92 y 93  años correspondientes. Los discos grabados con Matilde Díaz y el  maestro Lucho Bermúdez, los años de Caracol con Everth Castro, los cuatro años del Sheraton Hotel Aruba con la Orquesta Sheraton dirigida por el pianista Fred Stamer y conformada solamente para acompañar artistas invitados como Calloway, Dean Martín, Bob Francis, entre otros, conforman la memoria artística de este panameño grande en Colombia. El regreso a Panamá entre 1972 y 1978 y la dirección del grupo Los Arco Iris, las vivencias del Yate Fiesta, que cubría Panamá, y Taboga, los concursos ganados entre los combos nacionales, el regreso a Bogotá al Hotel Tequendama y nuevamente en el Show de Everth Castro y en el programa 'Compre la Orquesta' para televisión con Fernando González Pacheco .
 La conformación del grupo El Cantor del Barrio, con sus hijos y sus giras por todo el país. Las incursiones en Cali, primero con el grupo Sandunga y después la iniciativa de conformar en esa ciudad la Escuela Orquesta Femenina, la Orquesta infantil y una escuela de música enfocada a la salsa, fueron también vivencias compartidas por la pareja. En la penumbra del año 2000, por la situación crítica de Colombia, Gilkes regresó a Panamá y siguió haciendo arreglos musicales hasta cuando la salud se lo permitió. Los cinco hijos de la descendencia son colombianos: una mujer, que es psicóloga y los demás todos músicos, bateristas, percusionistas, bajistas, compositores y arreglistas. Historia de amor eterno, sin fronteras, como la música o el deporte.
Se dice que todas sus composiciones son de una abuela, la evidencia es que después de la muerte de su abuela, Escalona no volvió nunca más a componer algo que sirviera, la abuela le proporcionaba los temas y el tono y él se la chiflaba a su compadre poncho cotes